Soy el lince
Duermo en mi refugio de rémora quebrada,
surco las entrañas del dolor
que tu corazón devora en cada instante de su muerte.
Soy el lince que presagia señuelos despiadados,
trovas y latifundios de ceniza en tu lecho inmune,
caracolas que apaciguan las tardes
en que tu sexo enarbola las declaraciones del pudor prohibitivo,
el preámbulo de la cópula y sus rieles indefensos.
Tengo el hambre de tus labios en ristre
en donde la hiedra escarba su multitud fugaz,
tus dedos que envuelven con tacto frágil
mis islotes blandos en el rigor de la niebla.
Eres el capullo del agua ensordecido, el vaivén que las golondrinas
buscan en el fondo de sus lenguas, el éxtasis
en la mirada de gente fundadora de entusiasmos y verbos al irrumpir
los crepúsculos, la quemadura en tu seno inmóvil,
el acertijo que tus pies difunden en mis horizontes
de susurros, de hogueras salvajes en tu fervor de otoños,
la llamada en tu silencio de dos bocas...